lunes, 17 de noviembre de 2014

Sapito cururú

Sapito cururú: Mitológico animal creador del huevo y, de paso, del mundo. Dotado de amplios saberes y de conocidas amarguras, se cree que el sapito cururú existió mucho antes de que nada existiera y que todo lo que creó no es mas que un exabrupto de su carácter calmoso y recogido que a veces se reduce a ansias.
      Carlos Arguiñano en su extraviado viaje por la Colonia Carlos Pellegrini en los Esteros del Iberá creó la receta para cocinar el sapito cururú que se ha vuelto canónica:
       "Para preparar el sapito cururú se precisan tantos ejemplares como comensales, que se colocarán con cuidado en una olla grande, excesivamente grande, que se terciará de agua salpimentada y aliñada con varios cientos de mojarritas, mientras se templa el agua. El ají, en cualquier cantidad, no sobra se añadirán además lo suficientes pétalos de orquídeas con los que se sazonarán  a los sapitos, que en todo se procurará mantener vivos.
         Aparte se preparará un majadito de coliflor, solomillo de ternura y apresto para espejos, que se rehogará a fuego lento durante dos días. Entretanto los sapitos cururú habrán acabado con la mayor parte de las mojarritas, alcanzando un elevado valor proteico.
      Dispuesto ya todo, se sacan los sapitos y se decoran con pan de plata, que el de oro los agria dado que nunca han sido presuntuosos, y, con sumo cuidado, se amarran sus extremidades, croarán entonces agónicos. Se sirven entonces a a razón de un animal por plato, añadiendo ese exquisito majadito, que levemente, con pequeñas cucharitas, se ofrece a tan hermosos animales plateados que ansiosos sorberán con alegría. Una vez saciados se les desamarrará y se ofrecerán a las garzas y las palometas bravas de los esteros."
      Hay que decir que si bien no tan sabrosa ni elaborada pero sí más auténtica y alimenticia, la receta guaraní consiste en arrojar sin miramientos al animal a las brasas, cuidando de que no escapen de estas hasta que estén bien muertos y sus pieles rugosas hayan exudado todo el veneno, es de señalar que las pieles bien churruscadas resultan sin lugar a dudas lo más sabroso de este animal.
   

5 comentarios:

  1. Ajjjjjjjjjj, pobre sapo, yo no me lo comería porque me da repelús mirarlo.
    Vaya, pensaba que estaba dando una clase de buen gourmet
    Saludos

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    1. lo único cierto que hay en la definición es que Arguiñano estuvo en la Colonia Carlos Pellegrini de Corrientes. Un saludo Pedro.

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  2. Debo confesarte algo...de entre todas tus definiciones, que he leído y he disfrutado en este Apéndice, a esta la he dejado de leer apenas dice..."para preparar el sapito cururú". Ni quiero saber lo que continúa. Ya me conoces, soy una gran hipócrita carnivora, pero hay cosas que no puedo siquiera leer. Me dan asco los sapos, pero menos aún puedo imaginar que alguien los coma. Repulsivo todo el evento. Abracetes.

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  3. Esquivo de la fama aunque nunca le llegue este lexicógrafo procuró evadirse de esta escondiéndose en los esteros de Iberá, en Corrientes. Allí logro observar la perfecta anatomía, le imbricada rugosidad de su piel y lo afable del carácter de sapito cururú, tanto le fascinó este bendito animal, no puede ser producto de la evolución, debe de ser el único realmente creado por Dios,que desde entonces i le pregunta por su animal preferido sin lugar a duda, inmediatemente, este lexicógrafo cita al sapito cururú.
    Con el tiempo ha aprendido cómo engaña el lenguaje al ser humano, pues sapito cururú no es más que un reiteración, algo así como si dijéramos en guaraní cururú cururú o en español sapito sapito, pues cada palabra designa al mismo animal en un idioma u otro.
    Nota: Considera este lexicógrafo que debería hacer algún esfuerzo por acercarse a este tipo de fauna y a este animal en concreto.
    Un saludo.

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